Al valorar la labor educativa de estas Escuelas, que requiere compromiso y actualización continua, el Papa agradeció lo realizado, pero también instó a mirar siempre hacia adelante, sin dejar de estar satisfechos con los resultados obtenidos, pero dispuestos a asumir desafíos culturales decisivos a los que nos enfrenta nuestra era.
"Pienso en las grandes cuestiones vinculadas a la globalización, el riesgo de nivelación y devaluación del conocimiento. Pienso en la relación cada vez más compleja con las tecnologías; en reflexiones sobre las tradiciones culturales que deben ser cultivadas y propuestas sin imposiciones mutuas.
Pienso en la necesidad de incluir y nunca excluir a nadie de las fuentes de conocimiento y, al mismo tiempo, defender a todos de lo tóxico, insalubre y violento que puede acechar en el mundo de las redes sociales y del conocimiento tecnológico", afirmó, para citar a algunos de esos desafíos.
Francisco continuó subrayando cuáles son las principales características que se exigen a quienes trabajan en estas escuelas: "Una gran apertura al debate y al diálogo, una buena disposición a acoger, especialmente a los que se encuentran en la marginalidad y en la pobreza material, cultural y espiritual".
En estos años caracterizados por profundas reformas, las escuelas han sabido atender "las necesidades de los lugares de conservación del conocimiento", crecer y sobre todo evitar la autorreferencialidad: "¡Qué feo! Como decimos en Argentina: 'yo, me, mi, conmigo, para mi', yo, yo, conmigo, siempre para mí, ¡esto es malo!".
A partir de aquí, indica el Papa, puede comenzar el verdadero relanzamiento: "Tener el coraje de repensarse ante las peticiones que vienen del mundo cultural y profesional".
Finalmente, recordando los orígenes de estas Escuelas Vaticanas, el Pontífice destacó su "enfoque eminentemente práctico y su enfoque concreto de los problemas y de los estudios".
Es una línea que Francisco valora porque está ligada a la comparación con la realidad y no a la ideología, porque "las ideologías siempre matan".
"Aquí enseñamos y aprendemos a ser archiveros y bibliotecarios a través del contacto, no sólo con los estudios, sino también con la experiencia de vida de quienes ejercen esta profesión. Se les concede - concluyó - el privilegio de formarse aprovechando directamente el patrimonio centenario que el Archivo y la Biblioteca tienen la tarea y la responsabilidad de salvaguardar y transmitir a las generaciones presentes y futuras".
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