Solo por hoy han podido acoger a sus familias, esposas e hijos, para a quienes ofrecieron pizzas margaritas, la más popular de Italia, y otras especialidades de la casa.
Veinte reclusos participaron en el curso, que da acceso a una cualificación profesional de pizzero reconocida por la Región de Campania. Creado por la Escuela de Formación del consorcio Gesco, permitirá la entrada en el mundo de la gastronomía ya durante el período de internamiento, previa indicación del juez de control.
Dos reclusos pizzeros de la 'Brigata Caterina' y dos jinetes ya contratados por Gesco atienden cada tarde a 250 clientes dentro de la prisión que, previa reserva y pagando una cantidad controlada, reciben pizzas margaritas recién horneadas en su celda.
"Aún me queda un largo tiempo de condena por cumplir, pero estoy seguro de que cuando salga podré encontrar trabajo", dice Pasquale a ANSA, delante de los dos hornos con los que funciona la pizzería.
Equipado, lucha con una margarita que se obstina en adoptar una forma menos que redonda. Gracias a la presencia de cámaras de televisión y cámaras, algo inusual entre estas paredes, los casi pizzeros compiten para preparar la mejor margarita, liderados por el maestro, Humberto Salvo.
"Ya he sido pizzero - se jacta Vittorio - pero ahora estoy preparado para abrir un negocio por mi cuenta".
Y a quienes irónicamente le proponen una empresa, él responde del mismo modo, provocando risas colectivas: "¿Con ustedes? No me parecen tan recomendables".
Una vez finalizada la preparación, los pizzeros sirven los platos en la iglesia de la prisión, habilitada para la ocasión con mesas y sillas de restaurante. Ahora las pizzas están sobre la mesa y las autoridades intervienen, pero la atención se centra en otra parte: la oportunidad, especialmente para los más pequeños, de abrazar y besar a sus seres queridos vale más que una margarita fría.
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