(ANSA) - IRPIN, 19 APR - "Mi casa se hallaba allí, en el 9no.
piso", indica Oksana la ventana de un edificio ennegrecido por
las llamas y devastado por las bombas. En ese departamento tan
deseado, consiguió realizar el sueño de su hija de 11 años de
tener una habitación color violeta, tapizada con un poster de
Elsa y Anna, protagonistas del dibujo animado Frozen.
"Por un año hemos tenido esta casa, y mi hija se sintió como
una princesa", recuerda. Luego, toma el teléfono, y muestra el
video de cómo la redujeron las bombas rusas.
"Y si ingresan, descubrirán que la de mi hija es la única
habitación que logró sobrevivir a la devastación. Porque ellos
pueden destruir un edificio pero no pueden aniquilar un sueño".
Así Oksana consigue sintetizar el espíritu de Irpin, lugar
símbolo de la destrucción de la invasión rusa en Ucrania, que
luego de un año de la liberación está dividida entre nuevos
edificios y construcciones aún destruidas. Reflejando los
sentimientos de su gente, que prueba a volverse a levantar
mientras sigue siendo el dolor una herida que es imposible de
imaginar.
Oksana, de 37 años, trabaja como jefa de laboratorio que se
ocupa del control de la calidad del agua y es voluntaria en la
"defensa territorial" de Irpin, el grupo que se ocupa de
proporcionar ayuda a la población.
Su vieja casa se halla en Smu, el barrio que más sufrió la
destrucción rusa en Irpin. Aquí existió la batalla más
sangrienta y, a testimoniarlo, las casas todavía al descubierto,
las marcas de las explosiones sobre el asfalto, los automóviles
destruidos, el parque de juegos arrancado, los vidrios de las
ventanas hecho añicos.
"Aquí detuvimos a los rusos", subraya. "Mi hija vio lo que
le han hecho a nuestra casa. No lloraba, preguntaba solo cuando
podría volver aquí", explica.
El suyo es un edificio que se convirtió en famoso porque fue
elegido por Bansky para realizar una de las obras en Ucrania, la
gimnasta con la cinta. pero si la obra del artista callejero
será salvada, el resto del edificio será destruido porque es
irrecuperable.
Pero no importa, ellas ya tienen una nueva casa, donde hay
una habitación violeta que recibirá a su hija. "Si esta casa es
el precio de mi vida y la de mi hija entonces está bien. Cuando
observé que en la dificultad podía encontrar una puerta abierta,
una persona generosa, comprendí que mi futuro estaba aquí".
Unos centenares de metros más y se llega a la vieja escuela
de la hija, también bombardeada por los rusos y ahora en
reconstrucción, con un ir y venir de camiones y excavadoras. Al
observar aquel edificio un tiempo parte de su cotidianeidad,
Oksana recuerda los primeros días de la guerra. De cuando el 24
de febrero del año pasado, sacó de Irpin a su hija, sin siquiera
seguirla.
"Cuando supe que habían destruido el puente de Irpin, me
horroricé, y pensé en alcanzar a mi hija. pero en el camino
comprendí que no podía hacerlo, abandonar la ciudad, y me
quedé". Se conmueve al volver a pensar en el dolor de tener que
separarse de su niña por largos tres meses: "Pero apenas la
ciudad fue liberada, volvimos a estar juntas".
La escuela es una de las estructuras que serán reconstruidas
en la ciudad donde, según las autoridades, más de 7.000
edificios fueron dañados o destruidos en la invasión.
"La ciudad fue destruida en un 80%", explica Irina Mighidko,
funcionaria administrativa de la comuna de Irpin. "Prácticamente
cada escuela y guardería, y las casas privadas casi todas. Hoy,
la administración reconstruyó casi 5 escuelas. Y podemos decir
que entre los edificios que solo sufrieron daños, el 50% de la
gente por sí sola o con ayuda de fondos y patrocinadores
consiguió restructurar los hogares".
Como casi todos aquí, también Irina conoce en su piel el
dolor de la guerra, después del 6 de marzo su automóvil fue
impactado en un ataque y un voluntario murió, mientras ella
quedó herida. "Ese día nací de nuevo", dice. De ese período
recuerda la ansiedad y el miedo, pero también la generosidad de
los comerciantes de Irpin, prontos a ofrecer sus mercaderías
para ayudar a la población.
Atravesando sus calles, Irpin se presenta como una ciudad
dividida en dos almas: la de la reconstrucción, que avanza la
Universidad del servicio fiscal estatal de Ucrania, y la de la
destrucción, que envuelve al Palacio de la Cultura, porque las
prioridades son las infraestructuras críticas y las casas.
Pero es, sobre todo, el puente de Irpin, la imagen que más
que todas sabe narrar el espíritu que se respira hoy en la
ciudad. Junto a los escombros de la construcción que recibió
bajo él miles de civiles en fuga ofreciendo lo que sería una
fotografía símbolo de la guerra, surge una obra donde grúas y
excavadoras trabajan sin descanso en la realización de un nuevo
paso.
Reconstruir, sin olvidar, del mismo modo, después de un año
de la liberación, Irpin convive con un pasado de dolor y un
futuro de esperanza. (ANSA).
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Irpin, un año después, mantiene heridas abiertas
La ciudad se alza entre los escombros de la guerra