Por Ernesto Pérez
CANNES, 16 (ANSA)- "Mia madre", conmovedor film del italiano
Nanni Moretti, entregó los esplendores en una disonante cuarta
jornada del Festival de Cannes este sábado, en contraste con
"Sea of Trees" un modesto melodrama de encargo, indigno de la
obra del estadounidense Gus van Sant, que frustró a muchos. En su séptima aparición en la Croisette, Moretti se lució con
la segunda película del excepcional trío de filmes italianos en
concurso este año. Se trata de una emotiva, íntima y al mismo
tiempo universal reflexión sobre la vida y la muerte. Representada por la protagonista (Margherita Buy en la mejor
actuación de su carrera y de todas las que se han visto hasta
ahora en Cannes) en crisis creativa y familiar, y su madre (una
excepcional Giulia Lazzarini, gran actriz de teatro en su primer
rol importante para el cine) agonizante en un hospital. Margherita es una directora de cine embarcada en un proyecto
equivocado: un film político, de esos que han hecho famoso al
cine italiano, con un pésimo actor "hollywoodiano" (John
Turturro, que provee con gran talento la parte risueña del
relato) mientras afronta la senectud de su madre que concluirá
inevitablemente con su muerte. También emerge la arrolladora juventud de su hija adolescente
(la debutante Beatrice Mancini) asistida por su hermano (el
mismo Moretti). Homenaje a la figura de su madre, muerta mientras él montaba
su film precedente. Esta obra del italiano trata todos estos
temas universales con una delicadeza y una humanidad casi
inéditas en este cineasta, con la única excepción de "La stanza
del figlio", que le valió en 2001 la Palma de Oro al mejor film. Película en gran parte autobiográfico, pues la inseguridad de
Margherita se parece a la del mismo Moretti como director y como
intérprete de sus personajes, los hermanos, igual que él mismo,
descubren aspectos desconocidos de su madre muerta que le
aportan sus estudiantes. "Mia madre" emite un mensaje lleno de calor, humor, ternura y
humanidad con el que cada espectador puede identificarse del
todo o en parte, como lo demostró el aplauso emocionado del
público al final de la proyección matutina. "Sea of Trees" es, en cambio, un melodrama prescindible con
Matthew McConaughey en el papel de un viudo reciente que busca
enjuagar su complejo de culpa por no haber sabido comprender a
su mujer (Naomi Watts) cumpliendo una promesa hecha a ella de
poner fin a su vida en un lugar paradisíaco y no en un lecho de
hospital, como le ha tocado a ella. "El mar de árboles", tal su traducción, que da el título al
film (pero en francés será "El mar de los sueños" que revela de
alguna manera el final inesperado) es la obra menos inspirada de
Gus van Sant, un realizador de casi 63 años. Se trata de un producto evidentemente de encargo que el
cineasta estadounidense confeccionó con profesionalidad pero sin
demasiada creatividad. Arthur Brennan es un profesor de física que descubre su
verdadero amor por su esposa, con la que se peleaba
continuamente, solo cuando ésta, salida airosa de una grave
operación, muere en un banal accidente. Acosado por un complejo de culpa y sin otro objetivo en su
vida que la de unirse a ella en otro mundo, Brennan recuerda una
promesa que le había hecho a su esposa de que, en caso de una
grave enfermedad, no iba a morir en un hospital sino en un lugar
de absoluta belleza. Nada mejor, pues, que una visita al célebre bosque de los
suicidas, el de Aokigahara, al pie del sagrado Monte Fuji, en
Japón. Pero su intención se aborta cuando decide convencer a
otro aspirante a quitarse la vida, a portar por la vida. Tras una serie de peripecias, decidirá también él renunciar a
la muerte. "Sea of Trees" es un melodrama pero sin lágrimas y
tan falso como el bosque de Ashland, en Massachusetts, que hace
las veces de Aokigahara en las escenas clave.
PN-ADG/ACZ
16/05/2015 20:01
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