Por Ernesto Pérez
ROMA, 23 (ANSA)- "La foresta di ghiaccio" (El bosque de
hielo) de Claudio Noce, un policial intrigante filmado en la
frontera con Eslovenia, en medio de los picos nevados del
Trentino-Alto Adigio, ganó aplausos y merecimientos hoy en la
octava edición del festival de cine de Roma. Fue el segundo de los tres filmes italianos en concurso, que
acaso brilló más ante la otra presentación de la fecha, una
soporífera película portuguesa, que aburrió. Fueron las penúltimas ofertas del 9no. Festival Internacional
de la capital italiana, que espera solo la visión del último
concursante italiano y el anuncio de los premios, el sábado
próximo. Solo a la mitad de la hora y media de película se empieza a
desenmarañar la madeja urdida por Noce y sus tres coguionistas,
Francesca Manieri, Elisa Amoruso y Diego Ribon, mientras el
agreste paisaje actúa de protagonista, al mismo nivel
de los actores: Emir Kusturica, Ksenia Rappoport, Adriano
Giannini y el debutante Domenico Diele. El director italiano, con un pasado de cortometrajista y
autor de documentales, ya había estado más que convencido con su
primer largometraje en 2010, "Good Morning, Aman" inspirado en
su personaje del documental "Aman e gli altri", sobre las
peripecias de un inmigrante clandestino en Italia. El cineasta parece interesarse mucho en el tema de la
frontera y de la mezcla de nacionalidades visto que sus dos
intérpretes principales esta vez son el serbio Kusturica y la
rusa Rappoport y que buena parte de los personajes de contorno
son delincuentes extranjeros en tierra italiana. Sin alcanzar el nivel emotivo y estilístico de su opera
prima, "La foresta di ghiaccio" confirma el talento de Noce,
capaz de sorprender al público y a la crítica con una historia
más personal que este policial, donde se habla de trata de seres
humanos, de misteriosas desapariciones y de lucha entre bandas. La otra presentación del día fue "Os Maias", inspirado en la
novela homónima del máximo escritor portugués del siglo XIX Eca
de Queirós, es el último largometraje de Joao Botelho que muchos
consideran como el más digno heredero del más que centenario
Manoel de Oliveira. Pero Botelho, en dos horas y cuarto de película, procede a
una lectura de la voluminosa novela de Eca de Queirós, aparecida
en 1888, con telones pintados que acentúan la teatralidad de la
puesta en escena y un reparto tan ineficaz como mal dirigido que
termina por desafiar la resistencia del espectador. La novela, en el estilo dieciochesco que acomuna a Queirós
con Benito Pérez Galdós, Charles Dickens y Honorato de Balzac,
cuenta la historia de una familia a lo largo de medio siglo de
existencia pero Botelho, en un rasgo de generosidad,
circunscribe el film a la segunda mitad del libro, resumiendo
los prolegómenos en una serie de secuencias en blanco y negro
con un narrador omnisciente. Desde hace 35 años, a partir de su opera prima "Conversa
acabada" de 1980, Botelho ha continuado en imperial soledad el
camino que le trazara con mayor talento su compatriota Manoel de
Oliveira y formado una obra, amada por un reducido número de
admiradores, los mismos que al término de la proyección
aplaudieron sonoramente. Aunque fueron sólo ellos.
PN/ACZ
23/10/2014 19:23
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