Por Darío Pignotti
BRASILIA, 10 (ANSA)- Dilma Rousseff ya entró en el campo de
juego: cuando resta poco más de un mes para el inicio del
Mundial la presidenta brasileña, advertida de la importancia
política del evento, dedicó parte de la semana a recorrer
estadios y augurar éxito al seleccionado dirigido por Luiz
Felipe Scolari. Rousseff va a jugar su capital político el 5 de octubre, en
los comicios en los que buscará un segundo mandato, frente a un
electorado cuyo humor dependerá, en alguna medida, del resultado
de la Copa en la que la selección "amarelina" buscará su sexta
conquista. Con la popularidad en baja, un sondeo de esta semana le
atribuye un 37% de intenciones de voto mientras la oposición
aparece en alza, Rousseff aterrizó el jueves en el estadio, aún
inconcluso, Itaquerao, de Sao Paulo, donde Brasil se las verá
con Croacia en el juego inaugural del 12 de junio. La presidenta-candidata, recorrió los vestuarios, las
tribunas y finalmente saludó a los operarios de la obra que
costó la vida de 3 trabajadores, por lo cual la Justicia abrió
investigaciones sobre la responsabilidad de la empresa
constructora Odebrecht, a la que también le fue confiada la
remodelación del Maracaná, de Rio de Janeiro, escenario de la
final. Como este año fútbol y política son dos caras de una misma
moneda, poco antes de ingresar al Itaquerao Rousseff recibió a
una delegación del Movimiento de los Sin Techo, que con unas
5.000 personas ocuparon un terreno próximo al estadio. Ese jueves activistas habían realizado protestas frente a la
constructora Odebrecht, donde denunciaron los altos gastos para
la Copa y exigieron más presupuesto para viviendas populares. La mandataria prometió a los Sin Techo que buscará una
solución, y así frenó a la policía de Sao Paulo cuando se
aprestaba a desalojar a las familias que montaron cientos de
tiendas de campaña en el terreno que es de propiedad privada. Esas dos realidades, la Copa y la movilización de grupos
inconformes, donde hay sindicatos, campesinos sin tierra y los
adicales Black blocs, obligan al Palacio del Planalto, sede de
la Presidencia, a encontrar un equilibrio delicado. El secretario general de la Presidencia, Gilberto Carvalho
dijo a ANSA que "este gobierno no va a reprimir las protestas
legítimas y pacíficas, el Partido de los Trabajadores surgió de
las protestas y no va a renegar de su historia". "Claro que no podemos permitir que haya grupos provocando
destrucción del patrimonio público. Y cuando ocurran esos
desmanes los culpables serán encuadrados en las leyes vigentes,
no hace falta una ley antiterrorista, eso no es terrorismo",
dijo Carvalho durante el diálogo realizado en el Planalto. Carvalho expresó preocupación ante la rudeza de las policías
estaduales, tema que esta semana fue tocado por Amnistía
Internacional, al reclamar que se garanticen las protestas y se
ponga cota a la violencia policial contra los manifestantes.
También la Federación Nacional de Periodistas denunció las
agresiones constantes de las fuerzas de seguridad. Y si bien el gobierno se promete garantías a los
manifestantes, el mes pasado Dilma envió 2.000 efectivos del
Ejército a Rio de Janeiro y anticipó que movilizará a cuantos
militares sea necesario para que la Copa se juegue sin
inconvenientes. Para las autoridades es crucial que la algarabía de la Copa
conquiste mentes y corazones, y neutralice el descontento de
grupos que levantan la consigna "No va a haber Copa". El
objetivo es crear un clima de fervor de masas y así evitar
movilizaciones multitudinarias como las de 2013 durante la Copa
de las Confederaciones. "Si Brasil queda eliminado en la fase de grupos el país va a
estallar, habrá frustración futbolística con indignaciones de
todo tipo. No va a ser como en el Maracanzo (1950, Brasil perdió
la final), cuando la gente se fue llorando a sus casas", dijo
esta semana el escritor Carlos Heitor Cony. La táctica de los asesores de imagen del Planalto es que
Rousseff, con fama de administradora que no sale del Palacio,
adopte un estilo más directo y popular. Y así lo está haciendo: luego de resaltar la política de
aumento del salario mínimo Rousseff fue al estadio mundialista
de Sao Paulo, posteriormente al de Curitiba y saludó vivamente a
la selección. "Nuestro querido Felipao reveló los nombres de los 23 craks
que representarán a Brasil dentro de las 4 líneas... liderados
por el talentoso Neymar. La selección busca el sueño del
hexacampeonato", afirmó la presidenta. Dilma no pierde ocasión para elogiar a Scolari, cuyo estilo
de juego no agrada mucho a los hinchas que, aún así, lo
respaldan por su carácter aguerrido y su mística vencedora. Rousseff y Scolari tienen en común el haber vivido durante
años en el sur brasileño, Rousseff se radicó allí luego de
purgar 3 años de prisión durante y la dictadura, y Felipao nació
y jugó en varios clubes gaúchos y dirigió al combativo Gremio. A pesar de asemjarse en el carácter "gaúcho", obstinado y
frontal, Dilma y Felipao tienen ideas divergentes.
Ella luchó contra la dictadura y combate la homofobia, él,
que nunca fue considerado progresista, declaró en 1998 su
simpatía por Augusto Pinochet cuando el general chileno fue
apresado en Londres, y alguna vez dijo que si descubría que uno
de sus dirigidos era homosexual lo echaba del plantel. Pragmáticos la presidenta y el entrenador dejan de lado sus
eventuales divergencias y privilegian su interés común: ganar la
Copa, en un año de elecciones.
DCP-ADG/MRZ
10/05/2014 21:35
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