BRASILIA,4 (ANSA)- En las playas de la norteña Bahía, la
presidenta brasileña, Dilma Rousseff, disfruta de unos días de
vacaciones en los que reparte el tiempo entre su pequeño nieto y
los cabildeos sobre las elecciones del 5 de octubre a las que
seguramente se postulará en busca de un segundo mandato. Trascendió que la presidenta mantiene frecuentes consultas
con asesores sobre la evolución de las negociaciones para el
montaje de la coalición partidaria que la respaldará en un año
considerado políticamente breve. Analistas consideran que la atención popular hacia los
comicios arrancará en julio, luego de la Copa del Mundo de
fútbol, cuya final se disputará el 13 de ese mes en el estadio
Maracaná. Uno de los temas que aguardan una definición inmediata es de
qué forma Rousseff reformará su gabinete de ministros para
incorporar a dirigentes de los partidos que compondrán un
eventual frente, similar al que hoy gobierna. Es seguro que la actual ministra de la Casa Civil, Gleisy
Hoffman, dejará el cargo y se estima que la sucederá el actual
ministro de Educación, Aloisyo Mercadante, que de ese modo se
convertiría en el hombre fuerte del gobierno y un actor crucial
en la estrategia para la reelección. El objetivo central de Rousseff y su consejero más
influyente, el ex presidente Luiz Lula da Silva, ambos del
Partido de los Trabajadores (PT), es ratificar la alianza con el
Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), agrupación que
cuenta con varias gobernaciones, la mayor bancada en el Senado y
la segunda en Diputados. La victoriosa fórmula electoral de 2010, con Rousseff (PT)
como candidata a la presidenta, Michel Temer (PMDB) para
vicepresidente, está prácticamente garantizada a nivel federal,
pero aún no hay acuerdos definitivos entre PT y PMDB en varios
estados, como el gravitante Rio de Janeiro, donde la alianza se
deterioró tras la crisis causada por las protestas de junio. Se observa con preocupación en el Palacio del Planalto
(Presidencia) la evolución del humor popular que en junio
estalló con millones de indignados tomando por asalto las calles
de decenas de capitales, un episodio inédito desde 1991 con las
marchas que acabaron con la renuncia del ex presidente Fernando
Collor de Mello, sospechado de corrupción. El escenario se descomprimió a partir de julio del año
pasado, en varias provincias, y esto fue destacado por Rousseff
hace una semana en su extenso discurso de año nuevo, que la
oposición criticó al juzgarlo como electoralista. El pronunciamiento emitido en cadena nacional de radio y
televisión tuvo su acento en las política ontra la pobrea, como
Brasil sin Miseria, el plan de viviendas populares Mi Casa,Mi
Vida y el programa Más Médicos, que trajo miles de profesionales
extranjeros para trabajar en barrios humildes. "Más Médicos ya llevó 6.658 profesionales a millares de
municipios de todo el país y esos profesionales están
garantizando la atención de 23 millones de brasileñas y
brasileños, Más Médicos es una respuesta del gobierno a las
reivindicaciones de la población", destacó Rousseff. Gracias a Más Médicos, que recibió el respaldo de cerca del
70% de la opinión pública, y otras acciones de cuño social,
Rousseff recuperó parte de la popularidad perdida y es la
favorita a ganar el primer turno con el 47% de los votos.
Pero si no logra más del 50% en la primera vuelta deberá
enfrentar un balotaje en el que el resto de la oposición podría
unificarse y si esto ocurriera, Dilma podría ver frustrada su
ambición de un segundo gobierno. Una hipótesis que preocupa al gobierno y alimenta las
esperanzas de la oposición es la influencia de la Copa del Mundo
de fútbol. En general los mundiales no han tenido poco impacto electoral
en Brasil, cuyos comicios cada cuatro años coinciden con esos
torneos: en 2002 Brasil fue campeón pese a lo cual el partido
oficialista del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso
fue derrotado. Y en 2006 la selección tuvo un desempeño
desteñido lo que no impidió que el oficialista Partido de los
Trabajadores resulte vencedor con la reelección del presidente
Lula. Pero ese principio tal vez no se aplique este año debido a
dos motivos, señalados por varios comentaristas. Uno de ellos es que si bien las otras copas no impactaron en
los electores, ésta por realizarse en Brasil podría influir en
el ánimo popular, y ese impacto sería mayor si la selección
nacional no conquista el título y se recreara el fantasma del
Maracanazo de 1950, cuando los locales cayeron ante Uruguay. El segundo aspecto que vincula al fútbol y los comicios es
que el hay un larvado descontento ciudadano con los altos gastos
que demandó un evento que succionó recursos del Estado que
podrían haber sido destinados a la educación y la seguridad. Y si surgen nuevas noticias sobre atraso y sobreprecio de las
obras, como ocurrió en noviembre y diciembre pasados,esto puede
contribuir a encender nuevamente la chispa de la discordia.
DCP-ADG/ACZ
04/01/2014 18:58
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